La Tercera
LA TERCERA EDICION IMPRESA | DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2013
El cambio en el proceso de selección universitaria tiene a los liceos emblemáticos en pie de guerra. El primero en levantarse fue el Instituto Nacional, con el argumento de que ellos son más exigentes al evaluar a sus alumnos. El Departamento de Matemáticas es el de los más temidos por los institutanos, así es que hablamos con estos ‘duros entre los duros’ para escuchar sus razones detrás de las malas notas.
por Andrew Chernin
Ahí va Fidel Ledesma. Moviéndose lento por los pasillos en su traje gris y corbata azul, arrastrando los pies casi en silencio, alrededor de un patio demasiado bullicioso, que difícilmente podría adivinar todo lo que para Fidel significa estar aquí, en el Instituto Nacional. Ya lleva 17 años como profesor de matemáticas en este lugar y hoy es el jefe de departamento, pero antes era otra cosa. Antes fue el segundo de los tres hijos, y el único varón, que tendrían Fidel Ledesma Robledo y Nora Bruce Lara, un matrimonio de peluqueros que se encontraba en Antofagasta el 2 de agosto de 1955, que fue cuando a Fidel se le ocurrió nacer. Después de eso, la vida llevaría a Ledesma Bruce a estudiar en el Liceo Valentín Letelier, en Recoleta, al Pedagógico como alumno de Pedagogía en Matemáticas, desde donde desertó, y luego a la UC, donde terminó su carrera, gracias a una beca.
Todo eso, además de la maestría y el doctorado en Educación que obtuvo en la Umce, y los años de clases en un colegio privado de Ñuñoa que no quiere mencionar, tenían por finalidad, en la planificación mental que hacía Ledesma, ubicarlo en esos pasillos que ahora recorre.
-Aquí pagaban menos que en una escuela privada. Y sigue siendo menos -dice Ledesma-. Pero yo sabía que llegando al Instituto Nacional, iba a tener una experiencia y un reconocimiento que hasta el momento no había tenido como profesor.
Llegar a enseñar al liceo de calle Arturo Prat, con 41 años, en 1996, pudo provocarle nervios suficientes para obligarlo a volver a los libros. Por eso, todas las noches cuando volvía a casa, le dedicaba horas a estudiar, actualizarse y capacitarse. Y eso, que hizo durante los primeros dos años, tuvo un gran perjudicado.
-Mi familia. Tuve que quitarles horas a ellos, para poder prepararme.
Pasaba que en el mundo al que estaba entrando Fidel, los profesores eran figuras reconocidas por su dureza y con estilos propios que homenajeaban a sus apellidos. Entonces estaba el estilo Almendra, el Aguayo, el Elmes y el Gallegos. Sin importar el nombre, todos mantenían en común el rigor y el respeto que, descubrió Ledesma, entregaba poner las malas notas.
“Los alumnos temen con méritos mayores a aquellos profesores que tienden a colocar mayor cantidad de notas deficientes. Y por parte de los profesores, se tiende a clasificar a los colegas en Matemáticas también por los promedios que mantienen en el curso. Si está por debajo del promedio general, entonces se tiende a pensar que el profesor es exigente”, explica.
Por eso es que cuando ese año llegó a enseñar a IV medio, supo que no podía poner notas demasiado altas. Ledesma recuerda que el promedio de su primer curso debe haber sido un 4,6 y que podía ponerle un rojo a cerca de la mitad del curso. Pero que eso no era por joder ni para mostrar autoridad, sino que para preparar a sus muchachos para una buena PAA -la prueba de selección universitaria de ese entonces- y para ayudarlos a sobrevivir a su primer año en Ingeniería.
Sólo que esa mirada, que Ledesma comparte con varios otros profesores y ex profesores del Instituto, se sintió amenazada después de las noticias de esta semana.
El Puntaje Ranking es un instrumento que estableció el Consejo de Rectores para bonificar a los alumnos que rindan la PSU y que obtengan un promedio más alto que la nota promedio de su colegio (considerando los promedios de las tres últimas generaciones de cuartos medios de ese establecimiento). En simple: si el promedio de un colegio es de 6,0 y un alumno se gradúa con 6,2, este alumno se verá bonificado en la ponderación de su Puntaje Ranking. Si, por el contrario, hubiera obtenido un 5,8 de promedio, su Puntaje Ranking sería igual a la ponderación de sus notas de enseñanza media.
La inclusión de este elemento, además de una mayor ponderación de las notas de enseñanza media por parte de ciertas carreras, le resta relevancia a los puntajes que un alumno pueda conseguir en la Prueba de Selección Universitaria (PSU). Y eso provocó que varios liceos emblemáticos, entre ellos el Instituto Nacional, dijeran que se sentían perjudicados. Su argumento es sencillo: como en esos colegios la exigencia académica es más alta, sus alumnos tienen notas menores que los de otros establecimientos. Lo que, con las nuevas reglas, los haría menos competitivos. Sobre todo, con profesores que hicieron escuela con su rigor. Entonces surgieron ideas. Como medida de emergencia para burlar los efectos del ranking, por ejemplo, el Liceo Javiera Carrera ofreció bonificar con un 7,0 a todas sus alumnas de IV medio con promedio sobre 5,5. El rector del Instituto Nacional, Fernando Pérez, en cambio, prometió utilizar recursos judiciales para frenar la implementación del ranking.
El debate lo planteó el mismo rector de la Usach, Juan Manuel Zolezzi, cuando dijo irónicamente, en una entrevista con Emol, que los colegios emblemáticos tenían buenos estudiantes, pero que parecía que no usaban la escala completa de notas. Y que por eso los alumnos se veían perjudicados.
Ledesma, entrando a una sala y hablando sobre la implementación del ranking, dice, como metáfora, que la educación “no puede funcionar con un factoring, trayendo manzanas a granel sin saber que esas manzanas van a ser sometidas a un control de calidad”. Minutos más tarde, mirando los pupitres de la sala 37, dice que la dureza tiene una razón. Igual que los incómodos y rígidos puestos en su clase.
-Estos pupitres requieren de una cierta postura del alumno, de una postura académica, que no le permite relajarse y eso está relacionado con la dureza de los contenidos. Aquí hay conocimiento transmitido con rigor.
Ex profesores del Instituto Nacional tampoco apoyan el ranking. Belfor Aguayo, que dictó clases de matemáticas ahí durante 35 años, rechaza cualquier medida que pueda traducirse en bajar la exigencia:
-Yo creo que la equidad, que es lo que se pretende lograr con el ranking, y otras palabrejas por el estilo son términos demasiado manoseados. Debemos centrarnos en lo que es un liceo: un centro académico. No un centro recreacional o una institución política. Aquí se debe enseñar lo mejor que se pueda a todo el que quiera aprender. A veces me dicen que soy un viejo momio. No lo soy. Creo en los mejores. No en la aristocracia de la plata y del apellido. Creo en la aristocracia del que se la puede. Si a las universidades les entregamos un material humano mal preparado, el primer año se transformará en un propedéutico. En un curso de relleno para enseñar todos los contenidos de enseñanza media que los profesores no pasamos.
En su discurso, Aguayo explica que la deficiencia de notas podía compensarse con todos los puntajes nacionales que producía el liceo. Y que la vida es dura. Que los jefes son difíciles, los trabajos ingratos y que el Instituto Nacional debe preparar a sus alumnos para eso. Entonces da un ejemplo del rigor que imponía en la sala:
-En clases daba una lista de ecuaciones, unas 50. Los alumnos me preguntan ¿para cuándo? Para ayer, idiota, les respondía yo. Pero es que son tantas, se quejaban. Qué estás haciendo preguntando leseras, cuando ya debieras tener hecha la número uno, les contestaba. En realidad, lo que yo buscaba con eso era ver cuántas eran capaces de hacer. Ver cuánto esfuerzo ponían. Cuánta fortaleza interior. Nunca faltaba el loco que se quedaba hasta las 3 am y las resolvía todas.
Luis Elmes, jubilado, 69 años y profesor de Literatura y Lenguaje durante 40 años en el Instituto Nacional, dice que la inclusión del ranking “es una broma, porque se les informó demasiado tarde a los alumnos”. Dice también que es cierto que en el Instituto se pasan más contenidos que en otros establecimientos y que por eso muchas veces las notas son más bajas. Que, por ejemplo, él podía dar lecturas de 500 páginas. Pero que después, en la universidad, “se dan cuenta cuando alguien viene del Instituto, por su capacidad de argumentación, de preguntas, de interés”.
Antes de terminar, Elmes recuerda una historia.
-Creo que por 1986 llegó una profesora a trabajar, contando que en el anterior colegio donde había estado, los alumnos que recién se habían graduado de cuarto medio llegaron al colegio a una ceremonia, con cajas de zapatos. Cuando la ceremonia terminó, las abrieron. Adentro tenían huevos. Los habían traído para tirárselos a sus profesores. La profesora contaba que mientras lo hacían, gritaban “nos estafaron”. Y yo no quería que eso pasara en el Instituto. Que tuvieran que llegar ex alumnos diciendo que se sentían estafados con su educación.
Germán Westhoff, ex presidente del Centro de Alumnos del Instituto que se graduó en 2006 y hoy está en Derecho de la UFT, recuerda el rigor de su liceo y lo defiende. Dice: “Debemos nivelar hacia arriba, no hacia abajo. Si bien el colegio era exigente y pasabas más contenidos que en otros lugares, lo que perseguían los profesores era que te esfuerces más. No querían perjudicarte”.
El recuerdo de ese rigor en la sala de clases lo cuenta así el escritor Alejandro Zambra, egresado en 1993, en su libro Mis documentos, que Anagrama publicará en diciembre: “Me acuerdo del calambre en la mano derecha, después de las clases de Historia, porque Godoy dictaba las dos horas enteras. Nos enseñaba la democracia ateniense dictando como se dicta en dictadura. Me acuerdo de la ley de Lavoisier, pero me acuerdo mucho más de la ley de la selva. Me acuerdo de Aguayo diciendo ‘en Chile la gente es floja, no quiere trabajar, Chile es un país lleno de oportunidades’. Me acuerdo de Aguayo reprobándonos pero ofreciéndonos clases de recuperación con su hija, que era hermosa pero no nos gustaba, porque en su cara veíamos la cara de perro de su padre. Me acuerdo de Veragua, que había ido al colegio con calcetines blancos, y de Aguayo diciéndole: ‘Eres un punga’. Me acuerdo de la melena de Veragua, sus ojos verdes y grandes inundados de lágrimas, mirando al suelo, en silencio, humillado.
Nunca más apareció por el colegio.
Me acuerdo del indio Venegas diciéndonos, el lunes siguiente: ‘A Veragua lo retiraron. No se la podía’”.
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