lunes, 3 de marzo de 2014

CIUDADANOS 03/03/2014 12:37

Utopías de cada vuelta a clases


Vuelven las clases y, con ellas, retornan las mismas inquietudes y ansiedades de cada año.

Por Juan Carlos Carranza



Vuelven las clases y, con ellas, retornan las mismas inquietudes y ansiedades de cada año.

La de los chicos, que deben estar rogando que una andanada de meteoritos caiga sobre sus escuelas y posponga el inicio del ciclo lectivo hasta 2018; y la de las maestras, rezando para que les toquen cursos tranquilos, de manera que logren que los alumnos aprendan lo que les enseñan.

Puesta la situación en estos términos, los docentes vendrían a ser como actores de una comedia a los que les tocó un público difícil. Nadie se ríe, nadie aplaude, todos se aburren y, como lógica consecuencia, en diciembre o en febrero estos mismos espectadores tendrán que ir a repetir el guion que la docente desplegó durante todo el año y ellos no aprendieron.

El bache entre lo que los profesores enseñan y lo que los alumnos alcanzan a aprender es enorme y preocupa. Muchos se preguntan por qué, pese a haber herramientas que podrían ayudar a minimizar esta problemática, no se implementan o se lo hace de manera ineficaz.

Los especialistas vienen advirtiendo hace tiempo que las escuelas mantienen estructuras antiguas que no están adaptadas a los intereses y demandas de las nuevas generaciones de estudiantes.

Los docentes, en general, están solos en la tarea de lograr que sus alumnos se interesen en los contenidos de sus materias, mientras tienen que vigilar que sus alumnos no se golpeen, esquivar los avioncitos de papel o atender el reclamo de algún padre cuyo hijo llegó a casa con una mala nota o amonestaciones.

Entonces, llega el punto en que los maestros se preguntan: “¿Qué hago en esta aula, si estos chicos no quieren estar?”. El problema es que el siguiente paso probablemente sea bajar los brazos y rendirse ante la impotencia de cambiar una realidad que los desborda.

Audiencias esquivas

En este marco, los expertos se preguntan cómo hacer para atrapar a estas 
audiencias de niños y jóvenes que no 
están identificados con lo que pasa dentro de las escuelas.

Hay quienes sostienen que las clases no necesariamente tienen que transformarse en eventos divertidos. El argumento es que aprender implica invertir esfuerzos por parte del estudiante. Y eso, a la vez, supone sacrificios.

La cuestión es encontrar un equilibrio entre lo “interesante” o “divertido” y la posibilidad concreta de adquirir competencias cognitivas que permitan a los jóvenes insertarse en el mundo laboral o bien proseguir estudios universitarios.

Ken Robinson, doctor británico, investigador sobre la aplicación del teatro en la educación y considerado un experto en asuntos relacionados con la creatividad y la calidad de la enseñanza, sostiene que educamos a los niños para el futuro cuando no sabemos realmente cómo será el mundo en los próximos cinco años.

Este investigador dice que en esa vorágine de impartir conocimientos para un futuro incierto, perdemos de vista los talentos que tiene cada niño. Y plantea que debemos construir un nuevo tipo de “ecología humana”. “Una en la que reconstruyamos nuestra concepción de la riqueza de la capacidad humana. Nuestro sistema educativo ha explotado nuestras mentes igual que como nosotros hemos explotado la Tierra, buscando un recurso en particular. Y en el futuro, esto no nos servirá. Debemos repensar los principios fundamentales bajo los cuales educamos a nuestros hijos”. (ver video en http://bit.ly/1bRzqwS).

Ojalá que en pocos días más, cuando comiencen las clases –ya sea este miércoles o el viernes, si hay paro–, la coyuntura (las escuelas en mal estado, el bullying , elburn out docente, las estructuras pedagógicas anquilosadas, etcétera) no nos hagan desistir con el ideal de una enseñanza interesante, creativa, divertida y sin mezquinarle al esfuerzo
.