viernes, 17 de enero de 2014

LAS 10 MUJERES MAS INFLUYENTES DEL 2013

NOTICIAS | Internacional

Las 10 mujeres más influyentes del 2013




Una publicación de CNN hace un recuento de las mujeres más influyentes de este 2013. Ellas ayudaron a recuperar la economía, lucharon contra la tiranía, defendieron el derecho a la educación y la igualdad.

El artículo de opinión fue escrito por Frida Ghitis, columnista de asuntos mundiales para The Miami Herald y World Politics Review.
La lista la encabeza Malala Yousafzai, una niña pakistaní de 15 años que los talibanes trataron de matar. Su delito fue defender el derecho a la educación de las niñas.
Malala se convirtió en la firme defensora del derecho a la educación un panorama aterrador para los talibanes. En octubre de 2012, extremistas que portaban ametralladoras subieron a un autobús escolar, preguntaron por Malala y luego, le dispararon en la cara.
En lugar de destruirla ahora la niña es más admirada que nunca y es la principal candidata para el Premio Nobel de la Paz.
La siguiente en la lista es Nadezhda Tolokonnikova de Pussy Riot.   En Rusia, la represión a la oposición política del presidente Vladimir Putin estimuló la creación del  grupo de punk rock llamado Pussy Riot.
La banda femenina protestaba en sus canciones en contra del creciente autoritarismo de Putin.
Dos de las integrantes fueron arrestadas cuando cantaban una canción en contra de Putin en una catedra Ortodoxa de Moscú.
Putin decidió  liberarlas porque Pussy Riot se ha convertido en un sinónimo de la severidad de su régimen.
La franqueza del grupo levantó una protesta internacional tan fuerte que incluso el presidente ruso, quien normalmente no se ve afectado por la opinión pública global, comenzó a sentir la presión.
Luego tenemos las voces femeninas contra la violación en India.  A medida que el 2012 llegaba a su fin, una horrenda violación en grupo ocurrió en Delhi, la capital de India.
La víctima era una estudiante de fisioterapia, de 23 años, quien resultó gravemente herida y murió a consecuencia de las heridas internas en 2013. La trágica historia impulsó a los hombres y mujeres de India a pelear en contra de la epidemia de violaciones en ese país.
Cuando la Unión Europea estuvo a punto de caer en el abismo económico, Angela Merkel  
mantuvo todo a flote, hizo frente a la crítica y mantuvo firme en un polémico programa de austeridad a pesar del menosprecio y la recriminación.
Forbes la nombró la mujer más poderosa del mundo, como lo ha hecho durante ocho de los últimos 10 años.
La lista continúa con Hillary Clinton. La interminable especulación con respecto a la postulación de Clinton para la presidencia en 2016 está fundamentada bajo la creencia de que tiene muchas probabilidades de convertirse en la próxima presidenta de Estados Unidos.
Clinton  es el símbolo de la incompleta búsqueda de la igualdad.
En 2006, los votantes en Chile eligieron a Michelle Bachelet para que ocupara la presidencia durante cuatro años. Este año, la reeligieron. La ex prisionera política y pediatra se convirtió en la primera directora de Mujeres de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que trabaja por la igualdad de género a nivel mundial.
Bachelet viene de América Latina, la tierra que nos dio la palabra "machismo". Pero su administración ha demostrado que el carisma y la habilidad no tienen género.
Janet Yellen es una brillante economista, nominada por el presidente estadounidense, Barack Obama, para convertirse en la banquera más poderosa del mundo, al dirigir la Reserva Federal de EU.
Yellen tiene un enfoque ligeramente más centrado en el crecimiento que su predecesor, y esa es una buena noticia para los desempleados, quienes aún enfrentan dificultades a pesar del auge de la bolsa de valores y un moderado crecimiento económico.

jueves, 9 de enero de 2014

Aprender a ser, la dimensión olvidada de la educación


Aprender a ser, la dimensión olvidada de la educación


La afirmación de que la educación de nuestro tiempo no puede quedar reducida exclusivamente a la adquisición de conocimientos (homo sapiens), ni al aprendizaje de habilidades, procedimientos, técnicas y competencias profesionales (homo faber), no es algo nuevo ni exclusivo de las nuevas tendencias de renovación e innovación educativa.

Aunque en la Historia de la Educación, hay más que sobradas propuestas y experiencias en este sentido, el término “Aprender a ser” comienza a conocerse en el ámbito de la educación formal, a partir de la publicación en 1972 de un Informe con igual título, patrocinado y editado por la UNESCO y dirigido por Edgar Faure.

En aquel Informe, básicamente se decía que la educación necesariamente tiene que ser un proceso permanente para toda la vida, proceso en el que deben integrarse aspectos multidisciplinares e interdisciplinares que abarquen tanto el conocimiento y el desarrollo científico-tecnológico, como el desarrollo humano, entendido éste en su dimensión ético-política y en su dimensión personal.

Casi un cuarto de siglo más tarde, en 1996, la UNESCO, publica el amplio y conocido Informe Delors titulado «La educación encierra un tesoro» en el que se da cuenta de los famosos cuatro pilares de la educación (aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser), pilares que son entendidos en un sentido global, armónico y sustentable del desarrollo humano.

Tres años después, en 1999, la UNESCO, insistiendo en la extraordinaria y capital importancia que tiene el hecho de sentar unas mínimas bases para la educación del siglo XXI, promueve y edita la conocida obra de Edgar Morin de «Los siete saberes necesarios para la educación del futuro» en la que se proponen las conocidas siete grandes líneas transversales de fundamentación e intervención educativa: las cegueras del conocimiento; los principios del conocimiento pertinente; la condición humana; la identidad terrenal; enfrentar las incertidumbres; la comprensión y la ética del género humano, líneas que a mi juicio pueden quedar armónicamente integradas en la cartografía del desarrollo humano propuesta por Ken Wilber.
Edgar Morin, insiste de forma especialmente significativa en lo que él denomina «reforma del pensamiento» en el sentido de que la educación ya no necesita, ni puede satisfacer las exigencias de la sociedad y de las personas mediante reformas programáticas, sino mediante reformas paradigmáticas que permitan «Aprender a ser» como un amplio y permanente proceso en el que hay que desarrollar cuatro tipos de conciencia. En sus propias palabras: «… la conciencia antropológica que reconoce nuestra unidad en nuestra diversidad; la conciencia ecológica, es decir la conciencia de habitar con todos los seres mortales una misma esfera viviente (biósfera; la conciencia cívica terrenal, es decir de la responsabilidad y de la solidaridad para los hijos de la Tierra y la conciencia espiritual de la humana condición que viene del ejercicio complejo del pensamiento y que nos permite a la vez criticarnos mutuamente, auto-criticarnos y comprendernos entre sí…» (MORIN, E.; 2000: 76)

Por último, hace algo más de tres años, en septiembre de 2010, se celebró en Fortaleza (Brasil) la Conferencia Internacional “Por una educación transformadora: los siete saberes de la educación para el presente” que intentó precisar los saberes de la educación, dando pistas y recomendaciones para la puesta en práctica de los mismos. Fue en esta Conferencia de Fortaleza, en la que se elaboró colectivamente el documento denominado “Carta de Fortaleza” que representa en mi opinión, una concreción y un llamado a la responsabilidad de instituciones educativas, académicas, políticas y sociales, para que se pongan en marcha estrategias y medidas para realizar y desarrollar los siete saberes de Edgar Morín y todos los presupuestos y recomendaciones que la UNESCO ha venido elaborando en los último cuarenta años.

Sin embargo y llegados a hoy, lo cierto es que los saberes transversales del «Aprender a ser» que a lo largo de los últimos cuarenta años se han ido proponiendo en las distintos informes de la UNESCO, así como también en los discursos y propuestas de las diferentes reformas educativas que se han llevado a cabo a lo largo y ancho de nuestro planeta, no solamente no han llegado a nuestras escuelas e instituciones, sino que además no han sido lo suficientemente explicitados en planes, programas y contenidos curriculares, así como tampoco en estrategias de formación inicial y permanente del profesorado.

Estamos pues en lo de siempre, una especie de hipertrofia de publicaciones, informes e investigaciones pedagógicas de escaso impacto en la vida diaria de las aulas de la infancia y juventud actual, que condena una vez más a la educación al “síndrome de Lampedusa”, tanto en el sentido de adaptación rutinaria que reconvierte lo nuevo en lo viejo, como en el sentido de exclusión y expulsión de aquellos seres humanos que aspiran a una vida mejor. Todo cambia pues a nuestro alrededor para que todo siga igual. En esto han consistido básicamente todas las grandes Reformas Educativas nacionales que hemos conocido hasta ahora, en cambiar la superficie, los medios, los recursos, para que los usos, el interior y los fines continúen siendo los mismos.

Pero a pesar de todas las dificultades y viajes de ida y vuelta preñados de burocracia y rutina dirigida a subordinar los sistemas educativos a lo exclusivamente económico, laboral e instrumental, o a lo puramente nacionalista e identitario, en cada instante que respiramos, comprobamos como todo lo humano, lo social, lo político y lo ecológico nos afecta, nos implica y nos expresa como seres complejos, multidimensionales e irreductibles a cualquier representación o de cualquier finalidad ajena al eterno ciclo de recursiones y retroacciones entre individuo, naturaleza y sociedad.

Toda educación de, con y para el aprendizaje del ser, no puede entonces constreñirse, ni simplificarse en fórmulas, programas y normas, puesto que ni el ser humano, ni sus experiencias vitales, ni la propia realidad, pueden unidimensionalizarse o ser consideradas y abordadas desde una sola perspectiva o nivel. Y esta es la razón por la cual es necesario que adoptemos una cartografía siempre provisional y revisable en función de los nuevos descubrimientos científicos y tecnológicos que sea capaz de orientarnos en este complejo fenómeno que es la educación y el desarrollo humano y comunitario.

Necesitamos de una representación del desarrollo humano capaz de integrar todas las dimensiones y aspectos, de forma que siendo conscientes de que el mapa no puede sustituir nunca al territorio, nos ayude a integrar esas cuatro conciencias que nos señala Edgar Morin (antropológica, ecológica, cívica y espiritual) en un continuo que sea susceptible de ser analizado en sus dimensiones, relaciones y vinculaciones, pero que al mismo tiempo nos sirva como matriz estratégica capaz de posibilitarnos acciones efectivas dirigidas a poner en marcha una nueva forma de hacer educación más acorde y coherente con las necesidades de los seres humanos del siglo XXI.

Desde hace tiempo, vengo manteniendo la opinión de que “Aprender a ser” y desarrollar nuestra conciencia, son en realidad el mismo proceso, sobre todo porque nuestro ser individual, no puede concebirse ni existir sin su contexto o separado de nuestro ser-estar social, cultural y natural. No obstante al decir “conciencia”, no me estoy refiriendo exclusivamente a la constatación puramente sensitiva de la realidad, sino a algo más interno y profundo que va más allá de las percepciones sensoriales y las verificaciones empíricas. Se trata de algo que no es fácil de definir, no en vano, ni los intentos neurobiológicos ni las aportaciones de la psicología transpersonal, terminan por dar una respuesta definitiva al problema. Y es que la conciencia salta del terreno de lo puramente analítico, descriptivo y/o definitorio para llegar, a espacios íntimos en donde se realizan originales y singulares síntesis entre razón y emoción, acción y reflexión, saber y ser, conocimiento y sabiduría o ciencia y tradiciones populares y espirituales. Unos espacios que se configuran mediante complejos procesos personales y sociales unitarios constituidos, tanto por el silencio y la experiencia interior, como por la acción exterior reflexiva y éticamente informada.

Visto así, el desarrollo de la conciencia como proceso de “Aprender a ser” se convierte esencialmente en el desarrollo de la sensibilidad humana que necesariamente tiene que ser al mismo tiempo cósmica, terrenal, ecológica, social, cívica, política, corporal, sensorial, racional, emocional y espiritual, es decir, integradora del bucle individuo-naturaleza-sociedad.

Plantear pues una propuesta educativa general para responder al aprendizaje del ser supone en primer lugar considerar, que todo ser humano crece, madura y vive en la medida en que es capaz de asumir perspectivas más amplias y profundas, en función de que su conciencia sea más global, más crítica, más sensible y más sutil. Y esto es exactamente un proceso de expansión de la propia conciencia, expansión que va unida a percepciones más globales y ecosistémicas de la realidad y de nosotros mismos, pero también a procesos de autonomización, de visión desapegada en perspectiva, de procesos permanentes de pensamiento crítico y autocrítico, a procesos en suma de una mayor autonomía moral y por tanto menos egocéntricos y narcisistas, así como más solidarios, responsables e integrados.

Hablar por tanto, de “Aprender a ser” significa hablar en términos humanos de desarrollo corporal, racional, intelectual, emocional, sentimental y espiritual de una parte, pero al mismo tiempo de vinculación afectivo-amorosa ligada a la interacción permanente y al compromiso personal, social, político y ecológico. Ampliar pues nuestra conciencia, hacerla más amorosa, comprometida y solidaria y por tanto menos heterónoma, dependiente y egocéntrica, exige a la educación, a los sistemas educativos de nuestro tiempo y al propio trabajo profesional docente, situarse en una perspectiva más global y en un compromiso permanente en el que el desarrollo humano hay que entenderlo de forma integral, es decir, interviniendo en cuatro dimensiones: 1) La dimensión personal del yo y la conciencia (aprender a ser); 2) la dimensión corporal-cognitiva del cuerpo y la conducta (aprender conocer y a hacer); 3) la dimensión interpersonal de la cultura y sociedad (aprender a convivir) y 4) la dimensión eco-socio-política del sistema social y el medio ambiente (aprender a comprometerse).

¿Cómo llevar a cabo todo esto? ¿Cómo concretar este complejo aprendizaje en los espacios educativos familiares, escolares, ciudadanos, mediáticos, institucionales y políticos? La verdad, es que no tengo la receta, ni creo que tampoco sea deseable proponer ninguna. El mundo escolar, sociopolítico y de manuales de autoayuda está lleno de recetas que producen efectos diferentes y muchas veces contradictorios y además sería un vano intento proponer aquí un programa o un plan que sobrepasaría el sencillo objetivo de este breve artículo. No obstante me conformaré con decir, que si hay alguna clave o algún punto de apoyo para comenzar y estar en permanente proceso de aprendizaje de nuestro ser, consiste en situarse en lo que al profesor chileno Luis Razeto le gusta decir, “situarse en el centro del mundo”, o sea, sintiéndose dueño de sí mismo y expresando en diversas formas, según cada contexto y el metro cuadrado que pisemos, el poder de autonomía, de creatividad, de responsabilidad y de solidaridad que cada ser humano lleva dentro. Y esto en otros términos significa por una parte asumir una visión transdisciplinar de la educación, tal y como propone la profesora brasileña María Candida Moraes, pero a su vez, abordar desde el mismo momento del nacimiento, la educación de la atención plena y de la sensibilidad sensorial, humana, estética, ética y espiritual, algo que lamentablemente en nuestras prácticas educativas rutinarias está desapareciendo a pasos agigantados en nombre de un miope, cortoplacista e insostenible utilitarismo del mercado y del más ramplón, trasnochado y competitivo academicismo.

Por Juan Miguel Batalloso Navas

Licenciado en Filosofía y Educación y Dr. en Ciencias de la Educación – Universidad de Sevilla, España–

jueves, 2 de enero de 2014

Si quieres que te escuche, aprende a manejar tu ira.

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Una de las cosas que más afectan a la relación padres e hijos es la ira mal manejada de los padres. Cuando nos enfadamos con nuestros hijos, los sentimientos se agolpan en nuestro interior. Salen de nuestra boca verdaderas serpientes que acaban asustando a nuestros hijos, hiriéndoles en el alma y destrozando nuestro prestigio.
No hablo de un vulgar enfado sino de cuando nos invade la ira, cuando estamos a punto de perder todo nuestro autocontrol y solo nos quedan tres segundos para agredirles físicamente, echarlos de casa o traspasarles toda nuestra basura emocional con palabras de recriminación exageradas y fuera de lugar. Es prácticamente instintivo. El cansancio, el estrés, la impotencia, las dificultades económicas, nuestra propia limitación para manejar el comportamiento de nuestros hijos nos convierten en una bomba de relojería.
Somos humanos y en algunas circunstancias podemos tocar fondo. Sabemos que desahogarnos de esa manera no conduce a nada, tan solo al abatimiento, al rencor y al arrepentimiento posterior. Y a pesar de saberlo, lo hacemos. En ocasiones, hasta nos sorprende a nosotros mismos la magnitud de nuestra ira.
¿Cómo podemos manejar nuestra ira sin convertir a nuestros hijos en víctima de ella?
  • Trasforma la ira en necesidades y sentimientos. En lugar de culpar a tus hijos céntrate en ti.

    No pienses: Por su culpa ahora tengo que…
    Piensa: Siento ira porque necesito…
  • No les hagas responsables de tu ira. Ellos son responsables de su comportamiento pero no de tus sentimientos. Puedes corregirlos con cariño y disciplina o puedes perder los estribos y desencadenar toda tu ira. Eso lo eliges tú, no ellos. Si les haces responsables de tus sentimientos, les da a entender que ellos gobiernan tus emociones, depositando sobre sus espaldas una carga que no es la suya y dándoles un poder que a la larga puede ser contraproducente para ti.

    NO les digas:
    • ¿Ves cómo me has puesto de nervioso?
    • Haces que me ponga histérico
    • Por tu culpa me has estropeado el dia
    Diles:
    • Cuando no te levantas a la primera, me pongo nervioso porque me haces llegar tarde.
    • Me enfado porque no cumples con tu trabajo y eso me da más trabajo a mí.
    • Hoy ha sido un día duro para mí y estoy más cansado de lo habitual
  • Hazte una pregunta, SOLO UNA, cuando estés a punto de perder el control: ¿Qué va a aprender mi hijo con mi reacción desmesurada? Lo que aprenda hoy con tu manejo de la ira es lo que aplicará posteriormente cuando la sienta también, incluso contra ti. Esto te ayudará a expresar tu ira de una manera menos reactiva. 
  • Revisa tus expectativas. Hay que exigir pero de manera proporcional a sus capacidades. Si las sobrepasas estarás constantemente defraudado e insatisfecho, siendo más fácil sentir rabia e ira.
  • Aléjate de tu hijo. Así de sencillo. Cuando notas que se te acelera el corazón y se te retuerce el estómago es el momento de no decir ni una palabra más y alejarte de él: Me voy a mi habitación; cuando me haya tranquilizado un poco hablaremos de lo que ha ocurrido aquí.
  • Analiza el motivo principal de tu ira. ¿Te enfadas porque tu hijo se va al colegio sin hacer su cama o porque estás desbordado de trabajo, porque no recibes la ayuda que esperabas de tu pareja, etc? A veces, junto a nuestra ira, conviven otros sentimientos de soledad, abandono, incapacidad o rencor que no se arreglan desahogando la ira con tu hijo sino siendo consciente de ello y trabajando de manera personal.
  • Y si has explotado, nunca es tarde para pedir perdón. “Sigo muy enfadado por lo que has hecho pero reconozco que podría habértelo dicho de otra manera. Lo siento. Intentaré que no se repita”.
Elena Roger GamirPedagoga
Centro de Desarrollo Cognitivo COGNITUM
 

“La educación de mi hijo es su trabajo”: La polémica carta de un padre a un profesor

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 Miércoles 10 abril 2013 | 12:07 · Actualizado: 12:22
“La educación de mi hijo es su trabajo”: La polémica carta de un padre a un profesor
Tweet 89898 VisitasLa polémica comunicación escolarLa polémica comunicación escolar Publicado por Christian Leal ¿Qué sientes con esta noticia?FELICIDAD SORPRESA INDIFERENCIA TRISTEZA ENOJO.   Mientras Chile se prepara para una nueva jornada de movilizaciones estudiantiles en pos de mejoras en el sistema educativo, muchos debates comienzan a dominar los medios y redes sociales, respecto de la necesidad de gratuidad o mejor preparación de los profesores. Sin embargo, en esta vorágine de opiniones donde el Gobierno y los docentes son los principales blancos de críticas, un factor preponderante parece siempre quedar rezagado: la importancia del rol de los padres en la educación de sus hijos. No se trata sólo de inyectar recursos o intensificar la capacitación de los educadores. De hecho, una de las 6 razones citadas por las cuales el sistema educativo de Finlandia es uno de los mejores del mundo, es porque los padres asumen el proceso como un compromiso familiar. 

 “El éxito finlandés se debe a que encajan 3 estructuras: la familia, la escuela y los recursos socioculturales (bibliotecas, cines…), con una marcada responsabilidad que es asumida por los padres como una tradición como principal factor“, describe el psicólogo escolar español, Javier Melgarejo. Fue probablemente por esto que muchos usuarios de redes sociales quedaron sorprendidos tras difundirse la carta de un padre, cuya identidad fue reservada, dirigiéndose en duros términos a un profesor que requería hablar con él sobre el desempeño escolar de su hijo. En la carta, fechada el 15 de octubre de 2012 y sobre la cual se omitieron mayores referencias, el apoderado no sólo le enrostra al docente no tener tiempo de reunirse con él, sino que le demanda “hacer su trabajo”. “Si mi hijo tiene mal comportamiento, es en su horario, en su clase, en su sala [...] Los problemas en las notas de mi hijo es porque a usted no le entiende nada. Usted tiene que revisar los cuadernos, las tareas y los libros de mi hijo. Ese trabajo es suyo. Usted es el educador. Dese el trabajo“, consigna la misiva. 

La imagen, compartida por la página de Facebook Diccionario de Señas, ya acumula casi 3.000 compartidos y más de 500 comentarios, en su mayoría reprochando la actitud del padre. “Señor Apoderado: es su responsabilidad velar por el rendimiento y responsabilidad de su hijo y si no tiene tiempo para conversar el tema ahora, no se queje en un futuro. Uno cosecha lo que siembra”, escribió en un comentario Juanita María Segovia. Una opinión diferente es la de Vero: “Pero no podemos negar que los profes ahora son enfermos de flojos y cómodos. Quieren niños fotos que no hablen, se muevan ni respiren, que les entiendan altiro, que se saquen puros 7 y que sean máximo 5 por curso porque si no se sienten abrumados, los niños necesitan psicólogos, tienen déficit atencional y cualquier otro invento”. ¿Quienes tienen más responsabilidad en la crisis educacional chilena? ¿Los padres o los profesores? La polémica comunicación escolar.